INNOVAR

Entiendo la innovación como: “Cualquier acción destinada a cambiar una situación A presente, por una situación B futura, preferible y sostenible.”

Partiendo de esta premisa, podemos imaginar un mundo infinito de posibilidades en todos los ámbitos y escalas, sin la presión de valorar sólo los grandes resultados de innovación, si la situación B es preferible, ya es mejor que lo anterior.

Esta situación B preferible debe considerar dos características fundamentales e irrenunciables: Mejorar la calidad de vida del ser humano y favorecer al medio ambiente.

Más que los instrumentos técnicos o económicos, la observación es el detonante principal de la innovación y puede manifestarse en cualquier área. La identificación de las necesidades de los usuarios, nuevas tecnologías, nuevas posibilidades para la venta, comunicación y distribución de productos o servicios, nuevas tendencias, nuevas materias primas, nuevos modelos de gestión, etc. están dentro de la nueva gama de oportunidades para la innovación.

La innovación no sólo debe surgir reactivamente en los momentos de crisis, debemos incorporarla permanentemente en nuestra vida y organización para fluir acorde a la velocidad de los tiempos.

Frecuentemente aparece el dinero como una limitación para innovar, sin embargo, la escasez de recursos muchas veces nos obliga a generar respuestas más innovadoras, a generar nuevas alianzas estratégicas, a desprendernos de los excesos y a mirar oportunidades donde no las veíamos antes.

Otro paradigma frecuente es que la innovación debe ser tecnológica, pero la tecnología está disponible para todos por lo que frecuentemente pasa a ser sólo una ventaja temporal.

Agregar valor generando productos, servicios, sistemas, experiencias, etc. a partir de las necesidades de las personas es hoy una opción que permite proyectarse a más largo plazo y con una oferta de valor única.

Si el mundo cambió también las posibilidades para hacer negocios.

El pensamiento de diseño es una herramienta estratégica para la innovación en negocios ya que invierte la ecuación tradicional en general, que ofrece productos o servicios partiendo desde los recursos disponibles o desde alguna ventaja competitiva temporal. En esta nueva mirada se comienza identificando primero las necesidades del cliente o usuario para luego convertirlas en demanda.

El empoderamiento del consumidor, el acceso a la información en tiempo real, las redes sociales, la globalización y otras variables abren posibilidades para ofrecer productos, servicios, sistemas, experiencias, etc. de una manera integrada y a partir de una visión sistémica y no depender sólo del precio al competir con monoproductos o commodities.

La flexibilidad y adaptabilidad de la empresa es hoy fundamental para su sobrevivencia y prosperidad, para lo cual ésta debiera estar permanentemente identificando los cambios y tendencias de sus clientes y mercado en general, para así adelantarse y estar en condiciones de ofrecer una respuesta a tiempo y a su medida.

Nuevas demandas sociales como el respeto al medio ambiente, la responsabilidad social y la transparencia no son sólo necesarias para la sostenibilidad, sino que también herramientas de competitividad en este nuevo escenario.

Mejorar nuestra calidad de vida parece ser una frase obvia para la mayoría, sin embargo, ¿que hemos hecho últimamente para lograrlo aparte de consumir bienes materiales? Nuestra calidad de vida no sólo depende del confort material, depende también de sentirnos seguros donde vivimos, de vivir el espacio público, de compartir más tiempo con nuestros seres queridos, de pertenecer a una comunidad, de aprender más, de ayudar a otros.

Hacer esta reflexión nos permite pensar en nuevas posibilidades para innovar en nuestra propia vida, tal vez recibir menos ingresos, pero trabajar en lo que me apasiona o diseñar una nueva forma de trabajo ofreciendo múltiples servicios para manejar el tiempo personalmente o participar en una ONG generando innovación social con un retorno expresado principalmente en amor y gratitud.

También podemos innovar en nuestra formación y en la de nuestros hijos, ya sabemos que la educación formal del sistema no está preparándonos para el futuro, sino lo que hace es seguir la inercia de una educación postindustrial que se aleja bastante de la realidad humana social, cultural y económica de hoy.

Volver a explorar, a experimentar y a preguntar, nos puede devolver la motivación por el aprendizaje constante y dar una nueva visión del futuro posible.

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